Los dos protagonistas de la pelea del PP
madrileño se han convertido ahora en antihéroes. Los comportamientos de Esperanza
y Gallardón han revelado la verdadera naturaleza de la derecha española. La
huida de la expresidenta madrileña de los agentes de movilidad pone de manifiesto
el señoritismo de este adalid del liberalismo. El principio liberal de la
igualdad de todos ante la ley tiene sus límites, no vale para aristócratas y
privilegiados dirigentes. Por sus actos los conoceréis, más allá de proclamas y
máscaras… De hecho, la acción política aguirrista respondía a ese señoritismo
que otorgaba privilegios a sus más próximos (el empresario Arturo Fernández y
compañía) y no a los más competentes. El otro mascarón político que agriamente
disputaba con Espe la quintaesencia del liberalismo se ha desvelado como gran verdugo
de Montesquieu; su sacrosanto principio liberal de la “división de poderes va a
ser masacrado en el anteproyecto para la reforma de la Ley Orgánica del Poder
Judicial y lo ha sido en toda la gestión ministerial de Gallardón, ley del
aborto incluida. Es la tónica del gobierno: represión de manifestantes, Ley de
Seguridad Ciudadana... El liberalismo español es una falacia; el PP en su
praxis política es heredero del señoritismo, la oligarquía y caciquismo y el
autoritarismo nacional-católico. Lo demás es cacareo, pues hasta sus voceros
(Losantos, Tersch, Dragó…) dependen de las “mamandurrias” que les otorga y quita
el “poder liberal” (Pedro J. lo ha sufrido en sus carnes). Este neofranquismo
está sustentado por señoritos y paniguados que defienden sus privilegios/negocios
y los “tontos útiles”, las clases medias que les votan tragándose la trola
liberal y patriótica. En sus manos estamos.
El Periódico de Aragón, 11 de abril de 2014