LA RESACA DEL PODER

El Poder, con mayúscula, es espuma... Sus relatos también son espuma. Después de la batida espumosa, en una playa, queda la impronta que genera la resaca, que es la verdad de la espuma, lo que se oculta...

La impronta del poder es su relato oculto. Y eso es lo que aquí nos interesa.

viernes, 22 de mayo de 2015

LA SANTÍSIMA TRINIDAD ARAGONESA


Este artículo no pudo ser publicado en El Periódico de Aragón, a cuya sección de opinión fue enviado poco antes de las elecciones Municipales y Autonómicas del 24 de mayo de 2015. 
¿Es un dardo al corazón del sistema que impera en Aragón y es extrapolable a otros sitios? Parece que dio en la diana...




Tres eran tres las hijas de Eva, trío los mosqueteros, la triada capitolina y la Santísima Trinidad. También existe en Aragón un misterio trino muy consolidado que, además, conforma una unidad consustancial. Es quien aquí ostenta el poder en su trinitaria advocación: Ibercaja, el grupo Heraldo y el Gobierno de Aragón. Nos encontramos ante un Padre -quien maneja los fondos-, un hijo fiel (los sucesivos gobiernos) y un Espíritu que difunde el mensaje; no es algo exclusivo del Viejo Reino, sino más bien recurrente en las dinámicas provincianas ibéricas que replican esa triple convergencia del poder financiero, mediático y ejecutivo. Es una de las señas de identidad del Régimen del 78 o, mejor dicho, de su perversión a todas las escalas. Ante nuestra excelsa Trinidad cuatribarrada acuden grupos de intereses que aspiran a alimentarse de ubre tan feraz; preferentemente los dos partidos sustentantes del régimen y esa Cosa Nostra con cachirulo, bisagra necesaria para nutrir sus voraces clientelas rurales (“Todo por Aragón”). Finalmente, agazapada, como ensayó en las turbias cañerías del franquismo, opera esa “Obra de Dios” que fertiliza nuestra principal caja, nuestra plataforma mediática y, a veces como ahora, nuestro ejecutivo. Este “contubernio catolicomasónico” ha enraizado más allá de las siglas que aúpen al gobierno de turno, aspirando a ser algo tan consustancial a Aragón como la Pilarica o el Real Zaragoza.


Es nuestra Santísima Trinidad como el padrino de Coppola, quien le rinde pleitesía recibe favores, quien osa contradecirle se atendrá a las consecuencias... No es para menos; la mayoría del telar productivo y financiero de la región está en sus manos, como el deporte, la información y la cultura... De esas tres patas del trípode aragonés, la más vulnerable es la que parece que eligen los ciudadanos, por estar sujeta a las veleidades de la democracia, aunque las otras dos han venido velando porque los ejecutivos resultantes discurran por el recto camino; y así ha sido casi siempre, pues cuando algún Presidente aragonés se ha atrevido a contradecir esos designios -caso de D. José Marco, que aspiraba a su propia mafia- el osado infractor ha sido destronado. Todo por Aragón. Hasta ahora, en el bipartidismo imperfecto completado por el PAR (otra Trinidad), todo ha sido así... ¿Cambiarán las cosas con el anunciado fin del bipartidismo? Es obvio que Ciudadanos no ha venido a mudar la correlación de fuerzas dominantes, sino a suplir caras gastadas del régimen. ¿Y Podemos? En su extenso programa no hay alusiones, ni siquiera implícitas, a esta Trinidad, lo cual no es extraño, por aquella premonición del poeta Percy B. Shelley (“no despertéis a la serpiente”), aunque aquí más bien estamos ante un dragón tricéfalo. En la posición que Echenique y los suyos mantengan ante el chantaje trinitario se demostrará la verdadera medida del cambio que predican; sus planes de “rescate ciudadano” y su intención de “gobernar para la gente” se quedarán en papel mojado si, cual heroico San Jorge, no logran neutralizar las dos cabezas principales del dragón. De momento esas dos testas miran con recelo a estos intrusos, aunque está bien acreditada su habilidad para travestirse o mudar su piel para salvaguardar sus intereses y la “obra de Dios”.



En la agitada campaña electoral que nos envuelve no se habla de este asunto; nada extraño, porque casi nadie aborda las problemáticas que realmente afectan a municipios o autonomías, pensando como están todos en los verdaderos intereses: mantener la poltrona o conseguir una. El verdadero cambio pasa por maniatar al Dragón Trinitario en calidad de cancerbero de un sistema de oligopolio clientelar que estrangula sistemáticamente las iniciativas privadas fuera de su alcance; el capitalismo ibérico nunca ha sido liberal, el aragonés menos: solo hace falta enhebrar aquí las conexiones del tejido productivo y financiero... Una verdadera apuesta por la libre competencia en todos los ámbitos, el auténtico emprendimiento, el relanzamiento de la investigación, la educación y la cultura arriesgada pasa por romper la maraña de intereses clientelares de esta red trinitaria. Pero para domeñar al monstruo tricéfalo es necesario empezar por la única cabeza en la que podemos influir los ciudadanos: la del ejecutivo. La triada partitaria gobernante en Aragón desde la Transición se ha ido poniendo al servicio de las otras dos testas mandantes, y no es previsible que haga lo contrario ahora. La posibilidad de un cambio vendría de la izquierda transformadora (Podemos, IU, CHA), pero es una incógnita hasta qué punto su fuerza parlamentaria va a ser suficiente para iniciar esa transformación. Es más, habida cuenta del enigmático silencio sobre este tema, cabría preguntarse: ¿realmente quieren cambiar ese statu quo? Es muy cómodo estar bajo ese triple manto protector y pedir al padrino favores que te concederá “si te portas bien”, pero una sociedad europea del siglo XXI reclama estructuras que vayan más allá de lo que Joaquín Costa, tan aclamado por la retórica trinitaria, definiera con claridad: oligarquía y caciquismo. Ese modus operandi de la decimonónica Restauración impera en su réplica borbónica de la Transición, mucho más en su versión aragonesa. Poco tiene que ver con lo que propugnara el principal pensador de la Iglesia, Santo Tomás de Aquino, que puso el “bien común” como principal objetivo de la acción política. Nuestra Trinidad privilegia el bien de unos pocos comunes que más bien pintan de lores. Y eso más que obra de Dios parece del diablo que, según el Papa Francisco, es el Capitalismo sin alma.

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