LA RESACA DEL PODER

El Poder, con mayúscula, es espuma... Sus relatos también son espuma. Después de la batida espumosa, en una playa, queda la impronta que genera la resaca, que es la verdad de la espuma, lo que se oculta...

La impronta del poder es su relato oculto. Y eso es lo que aquí nos interesa.

lunes, 20 de junio de 2016

¡ES EL IMAGINARIO, ESTÚPIDO!

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Jeremy Rifkin proclama que estamos en la “era del acceso”. ¿Qué significa eso? Pues que cuando nos venden una moto lo importante no es la cilindrada, la maniobrabilidad, su seguridad o sistema de frenado, lo verdaderamente relevante es la sensación de libertad, el poderío, la conquista del espacio que se transmite en los spots de la marca. Eso mismo ocurre a la hora de “vendernos la moto” de una marca política. Y aquí entra en juego el imaginario. Decía Nietzsche que los conceptos son metáforas impuestas por el uso y el dominio, aceptadas como verdad y realidad de las cosas mismas, cuyo origen ficcional se ha olvidado y reprimido. La mayoría de los antropólogos contemporáneos defiende que la cultura consiste exclusivamente en entidades ideacionales o mentales compartidas y transmitidas socialmente. Los expertos en comunicación política lo saben y juegan con nosotros en este campo ideacional que en adelante llamaremos imaginario.

Desde finales de la década de 1970 el imaginario neoliberal se ha venido imponiendo, desplazando a los imaginarios de la izquierda vinculados al estado de bienestar; Margaret Thatcher, Reagan, Juan Pablo II, la escuela de Chicago o Milton Friedman hicieron mucho por ello. La Dama de hierro, hija de un tendero, quiso demostrar que cualquiera podía ascender en la escala de un abierto ecosistema social regido por la libertad de mercado; este era para los neoliberales el talismán que lo solucionaba todo y fue calando en la gente pregonado por poderosos grupos de comunicación comprometidos con esos “marcos mentales”. Con la caída del muro de Berlín en 1989, los mandarines de un capitalismo cada vez más globalizado decidieron que ya estaba bien de ceder terreno –ganancias y derechos- a la clase trabajadora –incluso el concepto cayó en desuso- ya desvertebrada porque, además, ya no había un coco rojo al otro lado del demolido telón de acero. Pero esto no se debía imponer a la fuerza (eso se dejaba para Chile, Nicaragua o Panamá), sino convenciendo, seduciendo… y ahí entra en juego una vez más el imaginario.

Thatcher lo entendió muy bien: había que convencer a todos los ciudadanos de que eran o podían ser clase media, pequeños propietarios dueños de su destino. La liberalización del mercado promovía grandes beneficios a bancos y empresas al tiempo que propiciaba una legión de propietarios hipotecados hasta las cejas, ligados por tanto al sistema. En España, por el retraso histórico que deparó el franquismo, consumimos en la prolongada égida de Felipe González (1982-1996) el proceso de welfare state –en Europa había durado tres décadas con resultados más contundentes- y el encauzamiento neoliberal que propiciaron sobre todo los últimos gobiernos socialistas (¿recuerdan la cultura del pelotazo?). Así pues González fue a la vez Wilson, Willy Brand o Palme –iconos de la socialdemocracia- y Margaret Thatcher; en esta contradicción filipina o felipista se consume un PSOE más desorientado que nunca, como la socialdemocracia europea en general, aunque sus cuadros dirigentes han optado por alinearse/alienarse con el orden neoliberal (miren cómo votan en el parlamento europeo, su dependencia de los poderes económicos o su posicionamiento ante el TTIP).

Así pues, Felipe fue el mago que alejó al partido del marxismo e hizo posible que los asalariados dejaran de sentirse clase trabajadora y engrosar la clase media. El hijo del obrero extremeño que se asentó en Alcorcón en los sesenta es ahora encargado de una sucursal reprográfica de esa ciudad (gana 1.500 euros al mes), donde se ha hipotecado con un adosado -parcelita de jardín incluida- y ahora vota al PP junto a tantos otros asalariados que no quieren sentirse andrajosos proletarios. Ese milagro se debe a Aznar, quien profundizó en la senda free market de Felipe hasta hacernos pensar que todos podíamos ser ricos. El tiempo ha demostrado que esa lotería solo tocaba a quienes ahora desfilan por esos juzgados que ahora revelan cómo detrás de esa cantinela de exaltación de la clase media había una estrategia de corrupción sistémica para provecho de las oligarquías y de los sinvergüenzas. Sin embargo, mucha gente sigue entonando esa canción liberal…, el imaginario parece más fuerte que la podredumbre. A ello contribuyen en buena medida unos medios de comunicación (de manipulación dice Vincenç Navarro) capitalizados por bancos y grandes empresas que ya se pueden imaginar qué mensajes están dispuestos a difundir…

Así pues hasta el próximo 26J se librará un implacable combate de imaginarios. El PP se ubica claramente en el neoliberal, aunque con guiños al conservadurismo tardofranquista nacionalcatólico para mantener a la extrema derecha; en el bando opuesto la coalición Unidos Podemos, que postula una alternativa al ordoliberalismo apelando al rescate ciudadano, pretendiendo recuperar el espacio de la socialdemocracia tradicional, su estado de bienestar y las libertadas mermadas por la contrarreforma de Rajoy. En medio queda el PSOE, que sufre las contradicciones de otros partidos socialdemócratas escorados hacia el socialiberalismo; como la gente ya percibe a Unidos Podemos en la izquierda, mucho más tras la coalición con IU, Pedro Sánchez apela al centro –la derrotada tesis errejoniana en Podemos le ha dejado expedito este sector-; aunque ante determinadas audiencias agite su color rojo cada vez más desvaído, el PSOE reclama claramente a las clases medias, mejor dicho a su imaginario si tenemos en cuenta que ese sector social está muy en retroceso tras la crisis. También a ella recurre Ciudadanos, como queda reflejado en su simplista vídeo de campaña, desarrollado en un bar poblado de esforzados españoles –trabajadores y pequeños empresarios- que sostienen al país, creen a los políticos humildes (Rivera) y desprecian a aquellos vagos/borrachines con coleta; esa gente esforzada es para el imaginario de C’s quien hizo posible el milagro de la Transición y quien propiciará ese “cambio tranquilo” que predica el nuevo Adolfo Suárez 3.0. alentado por ese mismo Ibex 35 que dejó tirado al final al primer presidente democrático.

El fuego cruzado de mensajes, descalificaciones, pantomimas, debates, sermones… se impondrá en el paisaje mediático español hasta el 26J, también se hablará de medidas programáticas estrella, de telegenia, de Venezuela y de casi todo para no revelar nada; pero recuerden que, parafraseando al célebre jefe de la campaña de Clinton (“es la economía, estúpido”), en realidad se interpela al imaginario. La clave para votar con inteligencia está en acompasar la realidad social del votante con los marcos mentales que de verdad la defienden. Y entonces se preguntarán ¿cómo puede ganar el PP en un país de mayoría de asalariados o pequeños autónomos?, pues por eso, el imaginario…   

    





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